Es la ilusión de ingravidez es al mismo tiempo un cliché
romántico: gráciles seres aéreos flotando sobre el escenario como hadas con
faldas de tul. Quien piensa en la danza como una forma de arte, lleva
inevitablemente imágenes de cuerpos aparentemente infinitamente flexibles,
llenos de belleza, fuerza y ??juventud. Pero la impresión de ligereza es
engañosa. Se necesitan miles y miles de horas de entrenamiento para moldear el
cuerpo de un bailarín para el escenario; esto se aplica tanto al ballet como a
la danza contemporánea. El arte de la danza es un trabajo físico duro y, como
en el deporte de alto rendimiento, la presión para actuar es alta. Esto pasa
factura. Con pocas excepciones, la mayoría de los bailarines alcanzan su cenit
a los cuarenta años. Comienza el dúo con su propia fugacidad y se hace
previsible una posible despedida de los escenarios. Pero dejar de bailar es un
proceso difícil.
Los bailarines siguen siendo bailarines, incluso si sus cuerpos les ponen límites.
Al mismo tiempo, la creciente experiencia de vida permite a muchos desarrollar este brillo mágico que nunca habrían logrado cuando eran jóvenes bailarines. Se trata de un potencial artístico que resulta interesante y atractivo para muchos coreógrafos, porque ya no se centran únicamente en el cuerpo ideal, sino en bailarines cuya personalidad ayuda a dar forma al movimiento. De este modo, las expectativas tradicionales de perfección técnica y exaltación de la juventud se ven cada vez más cuestionadas. La película acompaña a los cuatro bailarines de renombre mundial Friedmann Vogel (bailarín principal del Ballet de Stuttgart), Polina Seminova (Bailarina principal del Staatsballett Berlin), la bailarina Gesine Moog (Dance On Ensemble, Berlín) y William Moore (bailarín principal del Ballett Zurich) parte del camino. Los cuatro ofrecen visiones personales sobre sus carreras de danza y reflexionan sobre este umbral de “transición”.
Dance on