Un viaje al mundo de Gene Kelly, genio de la danza, coreógrafo y director para quien la danza fue un compromiso político. Este desconocido proveniente de los guetos americanos, imbuido de los valores del Sueño Americano, logró forjar su propio camino y crear obras icónicas como “Un americano en París” y “Cantando bajo la lluvia”.
Gene Kelly es un ícono de la danza en la pantalla plateada. Sus atributos —un físico de hombre fuerte y una voz grave, inmediatamente reconocible, combinados con una sonrisa cautivadora a la que una pequeña cicatriz añadía un encanto rudo— cautivaron tanto a audiencias masculinas como femeninas. Las mujeres soñaban con ser abrazadas por él, mientras que los hombres podían identificarse con la figura de "chico estadounidense" del irlandés de Pittsburgh. Por supuesto, sus encuentros con artistas como Judy Garland (con quien hizo su debut en la pantalla), Cyd Charisse, Debbie Reynolds (a quien le ofreció papeles protagónicos en “Cantando bajo la lluvia”) y Leslie Caron son fascinantes. Pero su carrera coincide perfectamente con el auge del musical de Hollywood, un género en el que aplicó su talento y energía para revolucionarlo. Desde su irrupción como bailarín hasta su consagración como director, exploró continuamente las posibilidades del cine, siempre empujando los límites: bailando al aire libre, literalmente en las calles; imponiendo movimientos innovadores de cámara; y experimentando con nuevos efectos, incluyendo la animación cinematográfica. Cuando los ves, estás con el mágico Gene Kelly. La danza y la música eran sus instrumentos predilectos. Cada plano, cada movimiento y cada compás son el complemento perfecto para la estrella cuyo único modelo era él mismo. Esta es la historia de un antihéroe que se convirtió en un mito estadounidense.